Barrio Las
Mil casas
Donde habita el olvido
Fue declarado de
Interés Municipal de la ciudad. Sin embargo hoy sólo una placa lo recuerda. Sus
vecinos son quienes lo salvan del deterioro y el olvido.
El barrio debe
su nombre a un mito, construido por los propios habitantes de la naciente
Tolosa en 1882. El ambicioso proyecto del aristócrata porteño Juan de la Barra,
financiado por el Banco Hipotecario, sacudió la tranquilidad de los vecinos. El
complejo de viviendas, delimitado entre las calles 3 y 4 de 522 a 524 y destinado a los futuros trabajadores que
tendrían los talleres del Ferrocarril del Oeste, era toda una novedad
arquitectónica para la época. Ramón Tarruella en su libro “Mitos y Leyendas de
La Plata: Breves Historias Urbanas” explica que el diseño interno del barrio,
donde las casas se comunicaban entre sí a través de pasillos, daba la impresión
de ser más de las 216 viviendas que se construyeron. Así nació el nombre Mil Casas.
Los vecinos, que vieron con recelo la iniciativa, no sabían que estaban siendo testigos del primer barrio obrero de
Latinoamérica.
Omar, actual
residente e hijo de una de las familias originales de ferroviarios, rememora
las anécdotas que le contaba su madre por quien heredó el amor por el lugar.
“Yo todavía recuerdo la farola de calle en la vereda de mi casa, que iluminaba
toda la cuadra. La reja que se abría a las 7 de la mañana y se cerraba a las 10
de la noche, con el molinete de paso donde jugábamos con el guardia de calle
permanente. Todo eso pasó, lo viví yo, no me lo contó nadie”.
El traslado de
los talleres del Ferrocarril a Liniers en 1905 marcó el final de un sueño. El
éxodo de los trabajadores dio pie a un sinnúmero de rumores que hablaban de
apariciones y fantasmas. Se creía que el lugar había sido construido sobre un
cementerio indio, y los espíritus de los muertos acosaban a los habitantes del
barrio.
“Mientras en
Tolosa se multiplicaban las leyendas, en Buenos Aires las cuentas del
matrimonio no cerraban. El crédito, que aún no se había terminado de pagar, fue
una cuenta pendiente que Emma de la Barra, viuda desde 1904, no pudo saldar a
pesar de sus intentos. El Hipotecario decidió, en 1910, rematar la construcción
de las Mil Casas”, narra Tarruella.
Pasado los años,
inmigrantes árabes y turcos, volvieron a ocupar el complejo deshabitado. Los
tolosanos endilgaban cualquier incidente de robo o violencia a estos nuevos
vecinos. Los comentarios afirmaban que
allí solo vivían navajeros, delincuentes y prostitutas.
En 1999 la
UNESCO nominó a las Mil Casas como “Patrimonio Cultural de la Humanidad”, eso
motivó que la Municipalidad lo nombre de Interés
Municipal. “Quienes declararon patrimonio histórico al barrio, fueron los mismos
que lo descuidaron” dice Omar, con su voz entrecortada. Poco queda de las
fachadas originales. Incluso se han colocado farolas y reemplazado veredas, que
no guardan relación con la estética original. “Esto que ven aquí hoy, es un
cúmulo de malas decisiones. Jamás se consultó un arquitecto para ver de qué
manera podía preservarse este barrio”.
El trabajo de
Omar, así como del resto de los vecinos ha sido y es, un ejercicio del
recuerdo. La lucha del hombre contra el olvido de una época pasada, por un
barrio que fue testigo mudo de centenares de historias. Historias que piden a
gritos ser contadas.
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